26 agosto 2009

Con el sol en los ojos (segunda de dos partes)

El efecto de la luz solar sobre los ojos depende de la intensidad y el tiempo de exposición a la radiación. La intensidad depende de la geografía, de manera que en las zonas terrestres de menores niveles de ozono las complicaciones oculares debidas a las radiaciones UV serán más numerosas, dada la función filtrante de ese gas.

Por otro lado, estamos sometidos a 10% más de radiación por cada mil metros de altura en que nos encontremos. La exposición depende del modo de vida individual de manera que hay grandes diferencias entre las personas que trabajan al aire libre y los que mayormente están en lugares cerrados, por lo que el tipo de trabajo puede ser un factor de riesgo. Cabe hacer una mención especial sobre los áfacos a quienes es de suponerse que les falta la protección que brinda el cristalino al filtrar los rayos UV de manera natural.

Los lentes con color o filtros tienen como objetivo proteger el ojo contra acciones nocivas del UV y el IR ya que tienen la propiedad de absorber en grado diverso las distintas radiaciones. Anteriormente, con el uso de lentes de vidrio con color o fotocromáticos, el grosor del vidrio, que varía de acuerdo a su potencia, resultaba en un coeficiente de transmisión que no era constante en todo el cuerpo del lente. Los fotocromáticos de vidrio utilizan cristales de hialuro de plata que bajo influencia de la luz UV se separan en iones de plata (metal) e iones de halide (sal). Se unen en grupos para oscurecer el lente y reducir la transmisión de luz. Al quitar el estímulo UV se invierte el proceso. Las moléculas fotosensibles se combinan con el material que da la masa al lente, en este caso el vidrio, por lo que siempre habrá más moléculas fotosensibles en la parte del lente con mayor espesor y el oscurecimiento será mayor donde se encuentre mayor cantidad de moléculas.

Este defecto se corrige con el empleo de lentes isocromáticas, cuya coloración no es de masa. El primer fotocromático de plástico salió en 1982 pero no tuvo mucho éxito sobre todo porque funcionaba mal en altas temperaturas y su reactividad era de corto tiempo. En 1983, se empiezan a usar las moléculas fotosensibles (piridobensoxazinas) y un proceso llamado imbibición por el cual se incorpora la sustancia fotosensible a resinas similares al CR-39, pero el proceso aún no superaba el buen funcionamiento del vidrio; hasta que después de años de pruebas, en 1990 se empieza a tener éxito y a generalizarse la aceptación del plástico fotocromático.

Los colores habituales para fines ópticos son el verde, el gris y el café, que permiten filtrar hasta el 85% de la luz, cuando son muy oscuros, o en su máximo potencial en el caso de los fotocromáticos. Pero el tinte más adecuado para exteriores es el gris, ya que no modifica los colores y reduce en forma importante la iluminación.

Los lentes con color y los fotocromáticos son especialmente útiles cuando se es especialmente sensible a la luz; para disimular las arrugas alrededor de los ojos o simplemente para estar a la moda. La ventaja del fotocromático es que permite usar un solo lente para toda ocasión durante el día y la noche, olvidándonos de “cargar” con el lente de sol.

Referencias:

Esta entrada fue reproducida por la revista Topsa News y publicada en el número 2009/N°05.